domingo, 21 de marzo de 2021

LAS CARTAS QUE DEBÍA de Rafael Soler

 



 

Recibo “Las cartas que debía” mi amigo Rafael Soler,

 y las recibo como se reciben los dones, con

 humildad y alegría.

Las leo con la devoción que merece el inventario vital

 que me brinda con sus acertadas palabras.

 Reconozco su voz y su esencia “creo en la palabra

 dada” me dice y le respondo que lo sé, que sé  que

 Rafael siempre da la  palabra como quien da la vida

 en cada verso.

La poesía de Rafael no deja indiferente, te atrapa con

 la realidad y te conquista con la elegancia. Es de mal

 gusto hablar de enfermedades  pero una “voz de

 fármacos vestida” da glamour al lecho más oscuro

 para añadir un saludable: “bienvenidos bien vividos

 tan atentos”.

Solo el poeta puede tratar de tú a tú a lo temido y a lo

 amado, solo él pone en movimiento “un pantalón

 vacío y una blusa con historia”. Solo él se atreve a

 afirmar que “aquí nadie tiene a nadie” y nombrar uno

 a uno a los sin nada, los nadie. Sólo él puede gritar

 desde dentro y rezar con un gin tonic en la mano. Y

 ser un romántico enamorado y a la vez un amante

 que devora “tu cuerpo de cereza interminable” y

 entre palabras, la vida con toda su miseria, con toda

 la sinrazón de la duda, con la evidencia del final.

Material de derribo y trascendencia, concluye la

 existencia con la sabiduría del que afirma “Haz lo

 correcto/ aunque sea alto el precio/ y cruel su

 veredicto/ haz lo que debas”.

Igual que hago con las cartas que atesoro durante

 medio siglo, releo estas “cartas debidas” de Rafael

 Soler, porque en cada lectura me descubro y

 reconozco. Él sabe poner la palabra justa al

 pensamiento compartido “que nadie más alargue

nuestra vida sin permiso”. Amén.