NECESITO
UNA ISLA GRANDE
Rafael
Soler
Sucede
pocas veces que en la segunda página, el lector se vea inmerso en la historia,
haya captado el ambiente, conozca a tres
personajes importantes de la trama y tenga información suficiente para redactar su historia clínica si fuera
preciso. Muy pocas veces ocurre que la habilidad del narrador, en solo dos páginas, conquiste la atención
del lector hasta el final de la novela.
Rafael
Soler lo consigue como
gran experto del lenguaje, la ironía y la originalidad en literatura. Ya lo
demostró en su anterior novela “El
último gin- tonic” publicada en 2018. Y ahora se supera con “Necesito una isla grande”. Un lujo
tener dos narradores, el de turno y Carmina. Mientras el primero relata los
hechos tal como son, Carmina añade su ternura y sensibilidad en cada acontecimiento.
La
vida de los personajes converge en la aventura de buscar la libertad que conduce
a esa isla grande. Un acontecimiento
inesperado, una pequeña revolución y la determinación de los protagonistas, aúnan
realidad y ficción en ese viaje por la
vida. La diferencia generacional, la lucha por el éxito, o mejor dicho, por
salir del fracaso, también se suman a la carrera por la supervivencia, eso sí,
de la manera más digna posible.
Sorprende la manera que Rafael Soler trata a
la muerte, en esta ocasión, hace sonreír y reflexionar. ¿Se muere despacito? Es
tan grande la amistad que el finado administra su marcha a pulso lento, para
que la despedida no sea trágica sino tan natural como debe ser, aunque Carmina
diga:”Lo
segundo que hizo Pulga al morirse del todo fue arrepentirse, justo es reconocerlo”.
He
disfrutado con la lectura de “Necesito
una isla grande” porque como dice Tomás, uno de los protagonistas: “siempre
hay sol en una isla”. En esta isla, además luce el sol de la risa, de
la emoción, del asombro, por eso es sencillo identificarse con ellos en algunas situaciones. Sí, he disfrutado ese sol
gracias a la magnífica prosa de Rafael
Soler, gracias a su exquisito sentido del humor y sobre todo gracias a su destreza
para, incluso en narrativa, seguir siendo un poeta.