martes, 21 de diciembre de 2021

LAS RAZONES DEL HOMBRE DELGADO de Rafael Soler

 


Me sucede a veces, muy pocas, que leo poesía con la respiración contenida para no invadir el delirio que al final conduce a la lucidez. Hoy me ha vuelto a pasar leyendo “Las razones del hombre delgado” de mi querido poeta Rafael Soler. Siempre  leo su obra con devoción de neófita, pero en su último libro he descubierto puertas abiertas a la memoria psíquica y física, con la claridad de lo sublime y de lo cotidiano. Un verdadero alarde que se mantiene durante todo el poemario.

Y sin saber cómo me viene a la mente esta frase leída mil veces en la niñez: “Antes de entrar dejen salir” y juego con ese concepto y lo invierto “antes de salir dejen entrar” y vuelvo a retorcer las palabras leyendo al hombre delgado: “antes de morir dejen vivir” y un escalón más: “antes de hablar dejen morir”.

Viajar de lo personal a lo universal es el secreto de la buena poesía, esa que hace tuya cada palabra, por sencilla, por auténtica, porque “y éramos tú y éramos yo/ viviendo con lo puesto”. Sí, casi siempre las cosas transcendentales nos pillan en ropa de diario.

Aquí, en cada verso he adivinado  la sonrisa del perdedor “usted merece lo mejor del perdedor”. Consuelo de tontos, sí, sí, pero realidad absoluta. Vivir es una pérdida consentida porque es un clásico de oro que al final todo es sueño, por eso “finja dormir/ finja que finge dormir/finja que durmiendo finge dormir”.

En realidad  vivir es ir a ciegas hasta que la memoria nos permite volver al origen, uno no sabe dónde va hasta que ha ido, por eso dichoso el hombre delgado que vuelve cargado de razones para regresar: “bastaría un hilo/ un hilo de luz para volver/ y volvería”.

Con el libro me llegó una nota de Rafael que resumo “En tus manos este  libro que cumple 40 años a la caza de un verso memorable” ¿Sólo un verso? date por satisfecho, amigo, este libro es todo memorable, me cuesta desmembrar cada poema sin hemorragia cerebral, “Y luego dicen/ que el musgo no hace daño”.

De luto lleno la copa de buen vino y brindo por la vida que nos queda consciente de que

“aquí hasta el adiós está ocupado”.

Mil gracias por compartir conmigo tu memoria.

Gloria de Frutos

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