Me
sucede a veces, muy pocas, que leo poesía con la respiración contenida para no
invadir el delirio que al final conduce a la lucidez. Hoy me ha vuelto a pasar
leyendo “Las razones del hombre delgado” de mi querido poeta Rafael Soler.
Siempre leo su obra con devoción de
neófita, pero en su último libro he descubierto puertas abiertas a la memoria
psíquica y física, con la claridad de lo sublime y de lo cotidiano. Un
verdadero alarde que se mantiene durante todo el poemario.
Y
sin saber cómo me viene a la mente esta frase leída mil veces en la niñez:
“Antes de entrar dejen salir” y juego con ese concepto y lo invierto “antes de
salir dejen entrar” y vuelvo a retorcer las palabras leyendo al hombre delgado:
“antes de morir dejen vivir” y un escalón más: “antes de hablar dejen morir”.
Viajar
de lo personal a lo universal es el secreto de la buena poesía, esa que hace
tuya cada palabra, por sencilla, por auténtica, porque “y éramos tú y éramos
yo/ viviendo con lo puesto”. Sí, casi siempre las cosas transcendentales nos
pillan en ropa de diario.
Aquí,
en cada verso he adivinado la sonrisa
del perdedor “usted merece lo mejor del perdedor”. Consuelo de tontos, sí, sí,
pero realidad absoluta. Vivir es una pérdida consentida porque es un clásico de
oro que al final todo es sueño, por eso “finja dormir/ finja que finge
dormir/finja que durmiendo finge dormir”.
En
realidad vivir es ir a ciegas hasta que
la memoria nos permite volver al origen, uno no sabe dónde va hasta que ha ido,
por eso dichoso el hombre delgado que vuelve cargado de razones para regresar:
“bastaría un hilo/ un hilo de luz para volver/ y volvería”.
Con
el libro me llegó una nota de Rafael que resumo “En tus manos este libro que cumple 40 años a la caza de un
verso memorable” ¿Sólo un verso? date por satisfecho, amigo, este libro es todo
memorable, me cuesta desmembrar cada poema sin hemorragia cerebral, “Y luego
dicen/ que el musgo no hace daño”.
De
luto lleno la copa de buen vino y brindo por la vida que nos queda consciente
de que
“aquí hasta el adiós está ocupado”.
Mil
gracias por compartir conmigo tu memoria.
Gloria
de Frutos